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Historia, análisis y cambios sociales

Militares: ideología y transformaciones sociales

Posted by mutaturinillis en 17 septiembre 2009

Desde la llegada al poder por Napoleón Bonaparte en los agitados años posteriores a la Revolución francesa, uno de los principales actores en la vida política de gran parte de los estados herederos de aquella revolución han sido los militares que, de forma activa o pasiva, directa o indirecta, han condicionado la realidad de dichos estados. Este protagonismo se visualiza en la insistencia de la mayor parte de las constituciones a delimitar, desde el siglo XIX, el papel de los cuerpos militares en el seno de la organización estatal y dotar a sus miembros de unas características legales excepcionales a fin de mantener el control civil sobre el cuerpo militar (por poner un ejemplo, la excepcionalidad en España respecto a la libertad de asociación de los integrantes Guardia Civil).

El afán por mantener dicho control sobre el aparato militar puede encontrar sus antecedentes en la configuración de los estados modernos durante el reinado de las monarquías absolutas, sin bien el objetivo de las regulaciones de esta época tiene como finalidad la limitación del poder de la nobleza antes que el control de las fuerzas armadas como tal (aunque, obviamente, sin excluir este objetivo); no será hasta las revoluciones liberales del siglo XIX cuando aparezca el ejército y sus componentes como un cuerpo independiente y de características propias y, por lo tanto, con capacidad de intervención en la vida política con un programa a tal fin. Anteriormente, la identificación entre el poder militar y civil, generalmente en la figura del monarca, o su cuerpo de nobles y funcionarios, se realizaba siempre en base a la hegemonía del carácter civil del poder. Es decir, los dirigentes en la guerra lo eran en función de su papel como funcionario, noble o familiar del monarca el cual le designaba para realizar la actividad militar. Los altos mandos del ejército lo eran como reflejo de su papel en la sociedad, ocupando la cúspide de la dirección militar aquellos que ejercían esa misma función en el plano civil.

Tras la Revolución francesa y las transformaciones sociales que supuso (entre otras, su nuevo modelo de ejército), los militares comienzan a intervenir activamente en la política. La infinidad de golpes militares (pronunciamientos) que sacudirían España durante el siglo XIX en una sucesión que no se detendría hasta 1936 (o incluso, según el punto de vista, hasta 1981), es una de las muestras más claras del papel político que mantendrían los militares no solo aquí sino en el resto del mundo. Los acontecimientos del último siglo han contribuido, al menos en España, a crear una imagen de los ejércitos como elementos reaccionarios y dictatoriales, opuestos, cuando actúan (bien como parte de una acción de parte de ese ejército, bien cuando pasan a actuar en el plano civil), al sistema político de democracia representativa imperante en Occidente. Sin embargo, antes de concluir este análisis debemos de tener en cuenta que, en ningún cuerpo de la sociedad, existe una rigidez monolítica en cuanto a ideología o aspiraciones políticas. El ejército, por lo tanto, no es ajeno a esta pluralidad.

En gran parte de los países sigue manteniendose un sistema más bien elitista en cuanto a ascensos militares se refieren. Bien por tradición familiar, que enfoca los esfuerzos profesionales hacia la carrera militar, bien por otros motivos de carácter social y económico (el coste del ascenso militar, por ejemplo) es cierto que los altos mandos militares suelen enmarcarse en corrientes ideológicas conservadoras en virtud de su identificación con un grupo social fuera del cuerpo militar, así como de la ideología mayoritaria en dicho grupo. Por otro lado, en aquellos casos de ascensos por méritos de guerra, donde tenemos el ejemplo de los africanistas españoles de la primera mitad del siglo XX, se tiende a generar la conciencia de los mandos militares y, por extensión, del ejército como un cuerpo completamente diferenciado y que genera unos intereses propios, favoreciendo las tendencias políticas de carácter corporativo. Así tenemos el ejemplo de la dictadura de Primo de Rivera, la cual centró gran parte de sus esfuerzos en la guerra africana la cual favorecía a los mandos militares que actuaban en este escenario; también podemos observar el papel de los mandos militares durante la transición española entre 1975 y 1981, los cuales no habían tenido un especial protagonismo durante la dictadura franquista más allá de su adhesión sin fisuras al régimen, y que durante el periodo posterior presionaron a fin de mantener sus privilegios pero sin llegar a representar una amenaza mayor que la vista el 23 de febrero. El mantenimiento constitucional del ejército como garante de la unidad del estado, antes que el poder civil, es la visualización de estas actuaciones.

Ahora bien, no podemos obviar la existencia de movimientos militares ubicados en unas coordenadas ideológicas completamente opuestas. A partir de la aparición en los ejércitos de mandos militares procedentes de la clase media o de la burguesía durante el periodo de revoluciones liberales, estos mandos van a tener en muchas ocasiones un papel político progresista o, cuanto menos, liberal. Los pronunciamientos militares españoles del XIX, empezando por el de Riego en 1820 al grito de ¡Viva la Constitución!, van a tener en general un papel potenciador del liberalismo y, en algunos casos (como el motín de 1866 o el levantamiento del vicealmirante Topete en 1868 que inauguró el sexenio democrático), del ala más radical de este. No deja de ser significativo que el retorno al absolutismo en 1823 tuviera que ser obra de un ejército extranjero antes que de una conjura militar interna. Conforme se estabilice el sistema político y desaparezcan las posiblidad de un retorno al absolutismo, los militares que antes habían sido revolucionarios irán adoptando una posición conservadora e incluso, con el fortalecimiento del movimiento obrero (el cual en España no tendrá un papel significativo en el interior del ejército, aunque si en otros países), abiertamente reaccionario.

Civiles sobre un tanque de los militares alzados en Lisboa en abril de 1975. La Revolución de los Claveles es un ejemplo de un movimiento militar progresista y democrático compuesto por militares de baja y media graduación.

Civiles sobre un tanque de los militares alzados en Lisboa en abril de 1974. La Revolución de los Claveles es un ejemplo de un movimiento militar progresista y democrático compuesto por militares de baja y media graduación.

En aquellos lugares donde los mandos del ejército de baja o media graduación han tenido un mayor contacto con las ideologías revolucionarias, ha sido más habitual la aparición de movimientos militares de tendencia izquierdista. Sin duda este contacto, a través de la guerra colonial, fue una de las causas de la aparición del Movimiento de los Capitanes que en Portugal derribó a la dictadura inaugurada por Salazar bajo un ideario democrático (con tendencias en su seno que variaban desde el socialismo y la socialdemocracia hasta el conservadurismo). Aquellos mandos que ya habían luchado en las colonias de Angola y Mozambique, que conocían el coste no solo económico sino humano de la política colonial portuguesa y que, a través de esa lucha, habían tenido familiaridad con la ideología de los movimientos de liberación nacional fueron los que ejecutaron el golpe de Estado del 25 de abril de 1974. Su alta politización y simpatías hacia dichos movimientos fueron algunas de las motivaciones que llevaron a que Portugual viviera el periodo de su historia conocido por el nombre entonces dado por los militares: Proceso Revolucionario en Curso. De ese movimiento aun queda, en la constitución portuguesa, la mención al objetivo de avanzar hacia el socialismo por la vía democrática.

En Latinoamérica y África son más habituales la existencia de estos grupos progresistas dentro del ejército. En el segundo de los casos, una parte importante de estos son consecuencia de la creación de los ejércitos nacionales a partir de los movimientos de liberación nacional que habían luchado por la independencia. Thomas Sankara, que igualmente accedió en Alto Volta (renombrado durante su gobierno como Burkina Faso) al poder a través de una conjura militar y que llevó a cabo una política socializante entre cuyos objetivos destaca la emancipación de la mujer, es posiblemente uno de los más claros ejemplos de esta corriente. Por su parte América Latina va a estar marcada por las tensiones entre conservadores y liberales, o federales y centralistas según el país, y las ramificaciones dentro del ejército de estas tendencias. Ezequiel Zamora en Venezuela, como líder militar de los federales, es uno de los paradigmas de militar liberal y progresita e incluso radical con su proclama de odio a la oligarquía.

Incluso aunque el siglo XX este marcado por los golpes militares conservadores y reaccionarios, cuyas características han llevado a la aparición del término gorilismo, no va a faltar el reflejo de las convulsiones sociales en el seno de los ejércitos. Durante esta centuria, además de los binomios progresitas-conservadores o izquierdistas-derechistas, habría que introducir una coordenada que separase a los militares nacionalistas y desarrollistas (donde podríamos encontrar desde Perón a Jacobo Arbenz, pasando por Velasco en Perú) de aquellos más receptivos a los intereses estadounidenses que marcarían la mayor parte de la región (Castillo Armas en Guatemala, Videla en Argentina y otros). La revolución de 1944 en Guatemala, o los militares nacionalistas de 1952 en Bolivia, son ejemplos de la implicación de los militares en proyectos nacionales de carácter nacionalista, progresista y democráticos. El ejemplo de Guatemala sería uno de los más oportunos para visualizar estas fricciones ideológicas internas de los ejércitos. Tras el derrocamiento en 1954 de Jacobo Arbenz, militar demócrata que encabezó una moderada reforma agraria, un grupo de oficiales vinculados a movimientos izquierdistas e inspirados en el ejemplo cubano, tratarían sin éxito un golpe militar en 1960 tras cuyo fracaso fundarían en el medio rural la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de ideología claramente marxista.

No van a ser extraños la mayor parte de países latinoamericanos estos movimientos militares de carácter nacionalista-izquierdistas, generalmente compuestos por mandos de baja o media graduación. El último ejemplo fue la conformación del Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 en Venezuela, germen ideológico del proceso que vive actualmente el país y que se inicio como un movimiento militar a fin de reformar el sistema político venezolano.

Con todo esto podemos concluir que un ejército (y sus componentes) no son sino un elemento inserto en la sociedad, cuyo posicionamiento político e ideológico dependen de la extracción social de sus mandos (que a fin de cuentas son quienes tienen capacidad efectiva de intervenir políticamente, antes que, obviamente, los soldados de a pie) y de la ideología hegemónica en dicho grupo social, o de la sociedad en su conjunto. Es sin embargo uno de los actores más influyentes cuando decide hacer uso de su fuerza (al fin y al cabo son el grupo armado del estado), por lo que no es extraño que todo proceso de transformación social y política (y es ahí donde volvemos a ver el ejemplo de Venezuela, sobre todo cuando lo comparamos con los recientes sucesos de Honduras) trate de garantizar el apoyo o al menos la neutralidad de los mandos militares.

Una respuesta to “Militares: ideología y transformaciones sociales”

  1. sandra said

    bueno interesante el contenido y me ayuda eso mucho gracias

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